Tuesday, December 27, 2005

EL FALO DE CRISTO

En el post anterior la poesía habla de que el "cock" o falo es el dador de vida, pero también es el que posibilita el encuentro con la muerte, pero que al morir puede generar una nueva vida. El anterior se refiere al significado de la vida, si uno en verdad está en la búsqueda de esa meta o simplemente uno vive la vida porque esta existe, y en donde dios no es necesario para vivir, mucho menos es necesario para encontrar ese significado.

Pero lo que a continuación presento es una interpretación de la sexualidad occidental. El origen de los problemas actuales de pederastia y pedofilia. Aclaro que es un texto bastante fuerte para ojos castos, blasfemo diría mi abuelita y con el que no concuerdo, pero de donde se pueden rescatar ideas bastante cuerdas, aunque con una premisa falsa, la de los 12 centímetros. En la época de los romanos aún no se había inventado el sistéma métrico decimal, (aprobado por Luis XVI en Francia en 1799). Sin más preámbulo aquí les va:

El cristianismo, cuya influencia cultural, espiritual, política e incluso religiosa sigue sintiéndose todavía en nuestros días (en pleno siglo XXI de la era, precisamente, cristiana), demuestra un mayor vigor y actualidad que el pensamiento heleno o romano. La escalada de escándalos de pederastia e incluso de pedofilia a que venimos asistiendo es buena prueba de ello. El motivo, sin duda, son los impresionantes atributos y la consiguiente huella imperecedera que dejó su creador: Jesús de Nazaret. Porque, si a estas alturas todavía no se han enterado de que vamos a exponer con cierto procaz detalle las andanzas sexuales de Cristo, lo decimos alto y claro. El gran mérito del Hijo de Dios en la Tierra, el que verdaderamente ha perdurado y se encuentra en la raíz de toda la influencia del catolicismo posterior, fue su intensa activiad sexual. Para lo cual se encontraba dotado de una poderosa herramienta digna, no lo duden, de figurar entre este recopilatorio de Armas Pesadas. Por inmensa, por espectacular, por hermosa y, sobre todo, por Trina.

Cristo la tenía muy grande. De eso no hay duda. Pero, lamentablemente, era la labia lo que tenía inmensa. Y, por derecho, en su caso, ésta es el Arma Pesada que hemos de hacer entrar en nuestro Panteón de Grandes Falos. Porque, aguda y punzante, y sobre todo, dedicada a la procura de sexo para su propietario, hacía las veces de Falo, paliando las carencias de lo que, según demuestran mediciones realizadas sobre la Sábana Santa, no medía más de 12 cm en erección. Algo que, por mucho que comparado con la media española pueda no estar tan mal, explica bien a las claras cuál es el problema de raíz que condujo a este pobre hombre al trauma, al desequilibrio y a la depravación redentora. Porque, impotente en lo físico, el Falo Trino de Cristo es su DocTrina, los cantos de sirena con los que lograba acceder al mórbido mundo de la sexualidad prohibida para los de su condición física penosa.

Esta relativa pequeñez de la polla trina es la causa de no pocos de los misterios de la cristinadad. En primer lugar, explica la obsesión por el número 12 de la liturgia cristiana. Nada podía ser más grande que el falo de Cristo, de forma que el 12 operaba como icono referencial. Por otra parte, esta es también la causa de que el mundo occidental y cristiano haya desarrollado una estremecedora doble moral en materia de tamaño. Y, sobre todo, he ahí el motivo de que el furor con el que se busca y practica en sexo en todo el cristianismo no venga de la mano de la correspondiente publicidad de este tenebroso hecho. Sexo sí, mucho, a todas horas si es posible, pero en la oscuridad y diciendo que no se hace nada. ¿Por qué este cambio tras las bellas exhibiciones griegas o romanas? Porque, sencillamente, Cristo se hizo grande seduciendo, accediendo a los cuerpos de mujeres, jóvenes y niños (fíjense que los hombres adultos, en cambio, históricamente han acudido poco a misa), pero nunca logró ir más allá de la grandeza espiritual. Cuando se trataba de pasar al acto de lo físico, las limitaciones de su carne le hacían flaquear, sus miserables erecciones acaban casi a la vez que empezaban y la frustración aumentaba. Por este motivo, estas son cosas que mejor se conducen en la intimidad y, si es posible, se niegan y se esconden.

Pretendiendo al hombre medida de todas las cosas, Jesús de Nazaret, como divinidad, trató de autoconvencerse de que él también tenía un falo digno de mención. Nada más lejos, sin embargo, de la realidad. No obstante, su obsesión con el asunto, su dedicación a la infatigable búsqueda de sexo y la innegable aportación que supone a la historia de la sexualidad occidental su invención de la política de "dejar que los niños se acerquen a mí" obliga a considerar que, espiritualmente, nos encontramos ante una de las Armas Pesadas de la Historia de la Humanidad. Porque, aunque de forma paradójica, no puede negarse que, en toda la Historia de la Sexualidad, pocas aportaciones al afianzamiento de su importancia, a la búsqueda constante del sexo, a la predilección por formas imaginativas en su práctica y, sobre todo, a la absoluta y omnímoda importancia del asunto, son tan grande calado como esta.

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